Para mí, el sabor sigue siendo lo más importante. Si la comida no está rica, todo lo demás —la experiencia, el servicio, el local o la presentación— pasa a un segundo plano. Esos detalles son un complemento, pero la base siempre debe ser una comida excepcional para que la experiencia sea realmente memorable.
Dicho esto, entiendo que si tanta gente está dispuesta a pagar un “turrón” por ir a sitios con comida mediocre pero llenos de postureo, algo habrá detrás. Tu reflexión me recuerda a una larguísima discusión que tuve un verano con unos amigos sobre si el concierto de Rosalía, sin músicos, podía considerarse un concierto o no. Fue un debate intenso, porque parecía cuestionar los límites de lo que tradicionalmente entendemos como un concierto. Quizás con los restaurantes esté pasando algo parecido: el concepto se está ampliando, evolucionando hacia algo más cercano a un parque de atracciones.
A mí, sinceramente, no me importa mientras sigan existiendo esos restaurantes con sabor auténtico. Ahora bien, si llega el día en que se los cargan, ahí sí que me voy a cabrear de verdad.
Para mí, el sabor sigue siendo lo más importante. Si la comida no está rica, todo lo demás —la experiencia, el servicio, el local o la presentación— pasa a un segundo plano. Esos detalles son un complemento, pero la base siempre debe ser una comida excepcional para que la experiencia sea realmente memorable.
Dicho esto, entiendo que si tanta gente está dispuesta a pagar un “turrón” por ir a sitios con comida mediocre pero llenos de postureo, algo habrá detrás. Tu reflexión me recuerda a una larguísima discusión que tuve un verano con unos amigos sobre si el concierto de Rosalía, sin músicos, podía considerarse un concierto o no. Fue un debate intenso, porque parecía cuestionar los límites de lo que tradicionalmente entendemos como un concierto. Quizás con los restaurantes esté pasando algo parecido: el concepto se está ampliando, evolucionando hacia algo más cercano a un parque de atracciones.
A mí, sinceramente, no me importa mientras sigan existiendo esos restaurantes con sabor auténtico. Ahora bien, si llega el día en que se los cargan, ahí sí que me voy a cabrear de verdad.
Bravo!
Toca començar-ne a parar.